miércoles

87

silbidos
gritos
sirenas
y barricadas
fuera se hace la guerra
dentro, el amor
escarlata tibia adornando un costado
un guiño malintencionado
un suspiro prudencial
rodillas temblando en la bañera
y pronto, el rayo
tras la ventana neones anuncian el cierre
de la parcela de alivio de los cobardes
los que necesitan un motivo
y de los que no tienen ninguno.
en la alfombra, camisas rayadas y calcetines rotos
un vestido
y ningún sujetador
porque a ti te disgusta ser presa
de las telas, los susurros y los días

esos tontos se creen que luchan
pero que no me hablen de eso si no te han visto:
no me creo la guerra si no es contigo
no concibo la paz si no es contigo
y he visto las batallas más duras
en tus entrañas
he oído rugir a fieras más bajo que a ti
he visto brillar tu fuego
más potente que el sol
y he visto volar tu esencia
más ligera que el mar
he hecho a tus caderas danzar
has abierto los labios
y se ha sonrojado el cielo
porque le haces competencia
a cualquier atardecer tras las cortinas

tenue vaho en el cristal,
rezos ahogados
prosa maldita
y contenedores ardiendo
un poco menos que tus mejillas
caricia efímera en mi ombligo,
susurro de plata en la garganta
un vello se eriza y unos pies se enredan
fuera, cantan
puño en alto y libertad enjaulada
me dejo la voz entre tus piernas
rebeldía en tu sonrisa
y luego
niebla
silbidos
gritos
sirenas
y barricadas.

jueves

86.

1
nunca pensé que volar fuera sencillo
pero quién soy para frenarte
me atraen tus idas, tus venidas
tu furia, tu euforia
tu mente, tus manos,
la gloria

2
descorcho otra botella pensando en tu luna
ríeme el llanto
llórame el grito
grítame el sueño
suéñame el océano
vísteme despacio

3
hoy ya no vale
esta noche estoy contigo
censura de rabia en mis labios
labios de sangre en tu carne
carne de invierno en tu asiento
asiento fugaz en tu coche

4
no te necesito
pero quédate

85.

Hace tiempo que no creo en los milagros. En Dios, la resurrección, la suerte y la casualidad. Creo, en cambio, en tu mirada. Sonreír a desconocidos por la calle. Caminar, mirar, sentir. Nunca parar. Llorar, si se ha de llorar. Hace tiempo que cuido de los míos como si no lo fueran. Porque la eternidad no dura más que un segundo... y luego tendremos mucho más que echar de menos. Querer, amar. Amar siempre, como si nada doliese. Como las velas encendidas, dos ancianos caminando lento. El niño riendo, bendita inocencia. La hierba creciendo, el sol brillando. Y tú mirándome. Esos son los milagros en los que creo. Aquí, a mi lado, como si no hubiera más galaxias por descubrir. Lento, muy lento, te llenaré el pecho con mi abrazo, que no hay nada más lindo que ver florecer tu primavera en mi suelo. Desde que te soñé, ya no hay guerras, hambre ni pobreza, prisiones, cadenas ni gobiernos. Sólo delirios, hogueras y cigarros. Desde que me soñaste, mi amor, solo hay fuegos artificiales y cafés de madrugada. No hay relojes ni condenas, sólo ganas. Contigo, siempre ganas.

sábado

84.

Todo ese rollo de la autodestrucción, el delirio, y eso de que los besos de ciertas bocas saben mejor es un cuento que me sé desde el día que me dio dos besos y me dijo su nombre: nunca una ruina me había parecido más bonita. Y todo eso de lo del brindis de sus pestañas, las copas en la mano de cada viernes noche, las ganas de arrancar cosquillas en su risa y de sacarlo a pasear colgado de mi cintura es lo más parecido a poesía que encuentro. Lo de que con sus manos es capaz de crear universos paralelos donde brilla más la Luna. Lo de la capacidad que tiene su sonrisa de destacar entre los ojos de la gente, de vencer a los más feroces enemigos y de frenar todos los relojes del mundo a la vez. Lo curioso del brillo de sus ojos, que, aun cuando lloran, son capaces de arrebatar el puesto del Sol en el cielo. Y lo de que, desde que amanece a mi lado, las mañanas de los lunes no resultan tan terribles.

miércoles

83.

Yo no sé cómo deshacerme,
si me cuenta que le mira las tetas a la camarera
pero prefiere el color de mi pelo a cualquier cuerpo de carretera
si hace el idiota colgado de mi mano 
solo para verme sonreír
si consigue que confiese mis pecados capitales
sin colorear ni un milímetro de mis mejillas
si sabe que más allá de sus manos
la realidad no es más que una película de Tarantino. 

Yo no sé cómo engañar y decir que sí, 
si le vi hablarme de historias de amor y de aventuras
sin hablar
en plena madrugada
si le vi reír y le vi llorar y le vi despertar a mi lado
si le vi sonreír como si fuéramos casa
si le vi convertirse en musa de la noche a la mañana
como si hoy fuera Navidad
y nadie se acordase de diciembre el veintiséis del día siguiente

Yo no sé como disimular
si no hay mejor imagen que cuando le vi sonreír bajo la lluvia,
ni mejor refugio que un parque empapado
ni mejor regalo que su risa cuando hay tormenta. 

domingo

82.

Hoy hace un día bonito. Huele a pólvora y a café recién hecho, las guerras se han acabado y aquí dentro se sigue notando el frío, aunque fuera ya no llueve. Deberías verlo. A veces me acuerdo de cuánto te gustaban los domingos como hoy, cómo te gustaba disfrazarte de musa y danzar para mí, como un pajarillo fugaz y veloz, y cuando te convertías en la auténtica metáfora de la vida y no tenías ni idea. A veces me acuerdo de tu mano y de su calor en mi rodilla, y de verdad que eso no se describe en un poema. Me acuerdo de que eras tú y eras yo y eras casa y entonces todo parecía tener sentido de repente. Me acuerdo de que eras como magia y como lluvia y como fuego, todo a la vez, y me acuerdo de cuando te dejabas ser tú a ti y para ti y a veces también para mí, y y me acuerdo de lo bonito que era cuando me sonreías y mi cabeza ya se perdía, casi tan despacito como las ganas de marcharte. A veces te recuerdo, y mi amor, estás preciosa ahí arriba también.

miércoles

81.

Era que estaba harto de los gatos negros
de la mala suerte
de beber los lunes
y fumar los jueves
de los paraguas rotos
de respirar orgullo
de las películas que siempre empiezan
pero nunca terminan.
Era que se sabía de memoria
el número de pasos que había hasta su ventana,
que conocía cada gesto que hacía
cuando se dejaba ser ella misma y se rendía
ante lo que muchos llaman rutina
y otros llaman vida
era que sabía las palabras
para hacerla estallar
conocía la formula secreta
para sentir sus latidos al máximo
y era capaz de desatar seísmos
debajo de su piel.
Ella era increíble
como sacada de un cuento de princesas
una novela de aventuras
y una película de amor
todo junto
y sin descansos.
Ella tenía en su pelo
el olor dulce de la lluvia
tenía en su pecho
la mejor de las fragancias
tenía en sus caderas
el mayor precipicio por el que caer de bruces
y tenía entre sus piernas
el mejor escondite jamás descubierto.
Encajaban como las piezas del puzle
más hermoso de todos los tiempos.
Reían juntos como si fueran niños pequeños
tiernos
inocentes
y enamorados.
Y se querían todo el rato,
a todas horas,
como si la tierra se fuera a hundir bajo sus pies
en cualquier momento
y tuvieran mucho más que echar de menos.

sábado

80.

Me he tumbado en el suelo de la vida,
he tocado el fondo,
su tacto áspero y frío,
y he sido testigo de
que no es tan malo como cuentan.
Acostumbrada al placer,
todo lo malo me parece poco y
todo lo bueno me parece demasiado.
Acostumbrada al calor,
la humedad me parece insuficiente y
el fío demasiado lejano.
Y las contradicciones se hacen mayores
cada vez que escribo y pienso
y te escribo y te pienso,
y solo me queda el cobijo de escribir y pensar,
como si eso sirviera de algo a estas alturas.
Estoy en un punto intermedio en el que solo sé llorar maldades
y disfrazarme de sonrisa
y subirme a la boca de cualquiera
y presumir de lo bonita que soy.
Y tampoco me gusta.
Y ya no sé qué digo ni qué pienso.
Y cada vez me quedan menos ganas de querer saberlo.
Te veo por todas partes, querida locura.

lunes

79. Podéis verla

Podéis verla reír o llorar
Podéis verla gritar
más alto que las tormentas
Podéis verla callar al ruido con su voz
Podéis verla descolocar al delirio con esa inquietud que alberga en la mirada
Podéis verla reconstruir el mundo con solo dos notas que salgan de su garganta
Podéis verla hacer competencia a todos esos poetas de cremalleras subidas hasta el cuello que se creen que pueden escribir de dolores ajenos
-y ganarles-
Podéis verla deshacer el dolor entre los dedos
con la misma torpeza con la que el adolescente desabrocha un sostén en la oscuridad del asiento trasero de un coche
y la misma facilidad con la que las flores destiñen todos los campos en primavera.
Podéis verla sonreír
Podéis verla,
pero quizá luego no querráis dejar de hacerlo.

jueves

78.

Y es que
cuando ella pasaba por delante
se te olvidaba el día de la semana
y el mes
y el año
y la vida
para acercarte a pedirle fuego
-aunque no fumaras-

Y es que
era imposible no deshacerse
ante la maravilla de su falda
Que he viajado en aviones que volaban más bajo
y con menos turbulencias
y con menos afectados

Y es que
lo normal era que siguieras el eco de sus pisadas
que te conducían a las más bonitas avenidas
-aunque estas estaban entre sus piernas-
por muy feas y enfadadas que estuvieran las aceras
al no ser pisadas por sus zapatos

Y es que
si ella te llevaba
cualquier lugar era el más bonito del mundo.